La Navidad
Dale, dale,
dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino… Cántico que
se empieza a oír por todos los rumbos y que nos despierta el sentido que algo
importante va a suceder. Para los que nacimos en México sabemos que han
comenzado las posadas que son la preparación para celebrar la Navidad. ¿Qué
aspectos emergen de nuestra nacionalidad mestiza para prepararnos para la
Navidad?
Posadas,
pastorelas, villancicos, nacimientos, piñatas y flores de nochebuena, son
aportaciones tan nuestras que ya hemos querido olvidar sus orígenes. Aquel
teatro medieval donde nació la pastorela como representación popular lo tenemos
aquí y ahora en nuestras plazas, con el diablo picaresco que sopla malas
palabras a esos inocentes pastorcillos que cantando villancicos van anunciando
la gloria del Nacimiento del Niño Dios.
Pero quizá
lo que más nos atrae es la posada; es decir, llevar a los peregrinos
recorriendo el patio de la vecindad entre súplicas y negativas coreadas por
esos versos aprendidos desde siempre: En el nombre del Cielo, os pido posada,
pues no puede andar, mi Esposa amada….
Después
llega el momento de romper la piñata y se ha tendido la reata, a todo lo ancho
del patio o la calle que sabe que su fin se acerca, pues fue creada para
desaparecer. Entre bamboleos, jalones y tirones es apaleada por algún niño a
ciegas, en ésta su efímera vida.
Según
relataba Fray Juan de Grijalva, la olla revestida vistosamente representa a
Satanás o al espíritu del mal que con su apariencia atrae a la humanidad. La
colación encierra, los placeres desconocidos que ofrece el hombre para atraerlo
a su reino. La persona vendada, representa a la fe que se encargará de destruir
al espíritu maligno; cuando por fin llega el certero golpe, hay una explosión de
júbilo por haber vencido. Todos quieren algo del premio, es decir, la fruta de
la estación con la que estaba rellena que resulta ser el logro de una gran
aventura.
Truenan
cohetes, suenan silbatos y se encienden luces de Bengala semejantes a mil estrellas
en las frías noches de invierno. Entonces se reparten jarritos con humeante
ponche de tejocotes y cañas, sin olvidar repartir los “aguinaldos” canastitas
de palma tejida llenas de colaciones; confites que sólo encontramos durante
esta temporada.
Pero donde
el arte popular acude como en tropel es en la creación de magníficos
nacimientos. Durante la Colonia “el misterio”, es decir, las imágenes de Jesús,
María y José eran esculturas europeas, privativas de iglesia y conventos. La
gente quiso llevar a su casa las imágenes que representaban el Nacimiento, y
desde entonces recurren a materiales nativos, barro, palma, cera, etc., para
modelar a sus peregrinos, imprimiendo en ellos su propia identidad.
Y llega el
24 de diciembre, es decir, Nochebuena o vigilia de Navidad, motivo de unión
para compartir al “buena nueva”; a las 12 de la noche se celebra en todas las
Iglesias la Misa de Gallo. Terminando así una más de nuestras fiestas con la
consabida frase por todos lados escuchada: ¡Feliz Navidad!
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