miércoles, 28 de septiembre de 2016


La Navidad

Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino… Cántico que se empieza a oír por todos los rumbos y que nos despierta el sentido que algo importante va a suceder. Para los que nacimos en México sabemos que han comenzado las posadas que son la preparación para celebrar la Navidad. ¿Qué aspectos emergen de nuestra nacionalidad mestiza para prepararnos para la Navidad?

Posadas, pastorelas, villancicos, nacimientos, piñatas y flores de nochebuena, son aportaciones tan nuestras que ya hemos querido olvidar sus orígenes. Aquel teatro medieval donde nació la pastorela como representación popular lo tenemos aquí y ahora en nuestras plazas, con el diablo picaresco que sopla malas palabras a esos inocentes pastorcillos que cantando villancicos van anunciando la gloria del Nacimiento del Niño Dios.

Pero quizá lo que más nos atrae es la posada; es decir, llevar a los peregrinos recorriendo el patio de la vecindad entre súplicas y negativas coreadas por esos versos aprendidos desde siempre: En el nombre del Cielo, os pido posada, pues no puede andar, mi Esposa amada….

Después llega el momento de romper la piñata y se ha tendido la reata, a todo lo ancho del patio o la calle que sabe que su fin se acerca, pues fue creada para desaparecer. Entre bamboleos, jalones y tirones es apaleada por algún niño a ciegas, en ésta su efímera vida.

Según relataba Fray Juan de Grijalva, la olla revestida vistosamente representa a Satanás o al espíritu del mal que con su apariencia atrae a la humanidad. La colación encierra, los placeres desconocidos que ofrece el hombre para atraerlo a su reino. La persona vendada, representa a la fe que se encargará de destruir al espíritu maligno; cuando por fin llega el certero golpe, hay una explosión de júbilo por haber vencido. Todos quieren algo del premio, es decir, la fruta de la estación con la que estaba rellena que resulta ser el logro de una gran aventura.



Truenan cohetes, suenan silbatos y se encienden luces de Bengala semejantes a mil estrellas en las frías noches de invierno. Entonces se reparten jarritos con humeante ponche de tejocotes y cañas, sin olvidar repartir los “aguinaldos” canastitas de palma tejida llenas de colaciones; confites que sólo encontramos durante esta temporada.

Pero donde el arte popular acude como en tropel es en la creación de magníficos nacimientos. Durante la Colonia “el misterio”, es decir, las imágenes de Jesús, María y José eran esculturas europeas, privativas de iglesia y conventos. La gente quiso llevar a su casa las imágenes que representaban el Nacimiento, y desde entonces recurren a materiales nativos, barro, palma, cera, etc., para modelar a sus peregrinos, imprimiendo en ellos su propia identidad.


Y llega el 24 de diciembre, es decir, Nochebuena o vigilia de Navidad, motivo de unión para compartir al “buena nueva”; a las 12 de la noche se celebra en todas las Iglesias la Misa de Gallo. Terminando así una más de nuestras fiestas con la consabida frase por todos lados escuchada: ¡Feliz Navidad!


Día de Muertos
Luto y alegría, tragedia y diversión, sentimientos del mexicano que tiene miedo a morir, pero que, a diferencia de otros pueblos, los refleja burlándose jugando y conviviendo con la muerte lo que ha dado lugar a diversas manifestaciones de arte, sin freno a la imaginación.

Los geniales grabados del maestro José Guadalupe Posada, que “reanima” a la muerte interpretando los sentimientos populares y convirtiendo en “calavera” lo mismo al presidente que al torero.

Año con año se acostumbra las también llamadas calaveras, versos en los que se ridiculiza a cualquier personaje vivo, de la política, de la ciencia o de las artes. La muerte es también tema de inspiración de canciones populares.


Esta fiesta en todas sus manifestaciones es más pagana que cristiana. El día 2 de noviembre es dedicado a los fieles difuntos por la Iglesia Católica y siendo los mexicanos casi en su totalidad creyentes, empiezan este día rezando por sus difuntos y acaban por brindar a su ¡salud!


Haciendo un poco de historia encontramos que se rinde culto a los muertos desde la época prehispánica; así vemos las ofrendas dejadas junto al difunto con todo lo que pudiera serle útil en su viaje para llegar al mundo de los muertos. Actualmente, las ofrendas son un rito respetuoso que se prepara para recordar a los que se han ido y que, según la creencia, regresan este día para gozar lo que en vida más disfrutaban, así, sobre una mesa se disponen platillos tradicionales: mole verde y rojo, calabaza en tacha, tamales, aguas frescas, todo esto lo adornan “calaveritas” de azúcar que llevan en su frente nuestros nombres.


Un papel muy importante en las ofrendas es el “pan de muertos”, que es un bizcocho adornado con formas de huesos hechos de la misma masa y espolvoreado con azúcar; resulta usual encontrarlos todo el mes de noviembre en las panaderías, las que por cierto están adornadas en estos días con pinturas efímeras en sus vidrieras y aparadores, otra expresión que no pasa inadvertida.

También el campo rinde culto a la muerte, pues en él se han sembrado multitud de semillas de flor de cempasúchil que florean para adornar las ofrendas; estas flores en jarros y floreros son imprescindibles y representativas de esta fecha.


No faltan los cirios encendidos en recuerdo de los ausentes y el copal quemándose en los sahumadores; esto es tan importante por la creencia de que son los aromas los que atraen el alma que vaga. La visita a los cementerios se hace una obligación. Toda la familia llega a la tumba de su ser querido, la llenan de flores y juntos comparten “su día de fiesta”.


La Independencia de México
  
Forjar una nación no es pequeña ni corta empresa, requiere tiempo, suele cobrar pagos de dolor y sangre, pero al final va logrando su evolución y desarrollo. Septiembre es un mes que recuerda hombres y fechas, acciones e ideas que abrieron brecha al paso de nuestra nacionalidad e independencia. La historia, encierra episodios que nunca serán borrados.

Como parte del folklore nacional, en todo el territorio brotan las bengalas que con sus brillos iluminan alegres el cielo que envuelve a una de nuestras más importantes fiestas patrias. Brillantes chispas van cayendo a lo largo de este simbólico mes, que encienden con festejos pueblos y ciudades en todas sus calles principales, las cuales se engalanan con banderas, cadenas de papel o hileras de focos tricolores. Cuando es posible, los artesanos electricistas realizan, representando sobre fachadas de edificios públicos, símbolos patrios o incluso las propias figuras de los héroes nacionales.

La noche del 15, en zócalos y plazas de toda la ciudad, se forma un conglomerado lleno de animación, que toca cornetas de cartón, lanza serpentina, confeti y luce exagerados sombreros de palma, rebozos y jorongos. Esta es una fiesta netamente popular para festejar “el Grito de Independencia”.

En la capital, la gran reunión se celebra en la Plaza de la Constitución a las once en punto de la noche se abre el balcón principal de Palacio Nacional, aparece el Presidente de la República, pronuncia las tradicionales y conmemorativas frases, inicia diciendo: “¡Mexicanos...!, y al final toca la histórica campanada, como lo hiciera el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, en el pueblo de Dolores.

Acto seguido, comienza el rugido de la multitud, que clama a México, para luego, como un gigantesco coro se entona el himno nacional. A las voces se suma el repique a vuelo de las campanas de la catedral, el estallido de los cohetes, y el silbido de los castillos, toritos y toda clase de luces artificiales que inundan el cielo de la noche.


En la verbena popular no pueden faltar los clásicos puestos de antojitos: allí están los humeantes botes de elotes cocidos y tamales; los comales donde se fríen quesadillas, sopes y enchiladas; destacan en el menú, los imprescindibles chiles en nogada, con su típico aderezo tricolor del verde perejil, la blanca crema de nuez que los recubre, y los rojos granos de la granada.

Al clarear el nuevo día comienzan a distinguirse las siluetas de los barrenderos que tienen más trabajo que nunca, recogiendo de las calles los innumerables restos que fue dejando a su paso el regocijo popular. La multitud vuelve a reunirse, esta vez esparcida a los lados de las calles por donde va a pasar el “desfile militar”.

Se van sucediendo en interminable procesión, los destacamentos armados, la caballería, los tanques, los aviones de la fuerza aérea rasgando los aires, los marinos de vistosos uniformes, los cadetes del Colegio Militar y el heroico cuerpo de bomberos que siempre levanta a su paso entusiastas aplausos. Y mientras la gente disfruta el desfile, se ondean miles de banderitas y rehiletes

La parada militar empieza en el zócalo, frente a Palacio, desde donde lo contempla el Presidente de la República acompañado por los Secretarios de Estado y el Cuerpo Diplomático.


Lo último que queda en la retina del espectador de este festejo del 16 de septiembre, es la imagen de los charros que cierran el desfile, engalanados en su lucida vestimenta de botonadura de plata y sus hermosas sillas de cuero bordados en pita.


Semana Santa

Semana Santa o “Semana mayor” como se acostumbra nombrar, era tiempo y aún lo es para gran número de creyentes en que se descartaban paseos y fiestas, en que latía un espíritu de recogimiento, en el que no podían faltar los ejercicios espirituales o días de retiro; costumbres y prácticas que con el tiempo se han ido olvidando.

La Semana Mayor empieza el Domingo de Ramos, que conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Es una constante curiosa entremezclar lo cristiano con algunas reminiscencias de sabor pagano por ejemplo colocar palmas, una vez benditas, en puertas y cabeceras de cama, para su protección. En algunos lugares se acostumbra intercalar ramos de romero, que, según se dice, alejan las tempestades.

El jueves Santo, día que se celebra la institución de la Sagrada Eucaristía durante el acto conocido como la “Ultima Cena”.

Viernes Santo, día de luto. Durante todo el día en los templos, los fieles rezan y todas las imágenes se han retirado del altar o han sido cubiertas, quedando exclusivamente la “Virgen”, a la que la gente acompaña en su dolor.


Las diversas procesiones que en este día se siguen verificando en distintos lugares del país, poseen una innegable reminiscencia de los pasos andaluces, al llevar en andas grandes esculturas que representan la crucifixión de Cristo con la cruz a cuestas y de su Madre en su advocación de la Virgen de la Soledad. IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM (INRI).

Antes, el Sábado Santo los festejos populares terminaban, alegres y estruendosos, con la guerra de los judas.

Durante todo el día, los vendedores ambulantes pregonaban su mercancía de figuras, un tanto surrealistas, de cartón pintando y provistas de hileras de cohetes que a veces se alternaban con golosinas y cigarros que se salían disparados por los aires, ocasionando que los espectadores se lanzaran a su captura.

Los grandes almacenes quemaban judas frente a sus establecimientos. Son pocos, actualmente, los que siguen esta costumbre, y el vendedor de judas es una figura popular más, que se va extinguiendo.


La culminación de la Semana Santa es el Domingo de Resurrección. Sonidos de campanas anuncian la fiesta más grande de la Iglesia: La Resurrección del Señor.


Los Reyes Magos
El pasaje del Evangelio que llegó a la Nueva España a través de los frailes españoles para la evangelización en la primera mitad del siglo XVI, que habla de que los Santos Reyes llegaron de Oriente siguiendo la estrella y como estudiosos de la ciencia llegan a Belén, donde encuentran al Niño Dios a quien le ofrecen sus regalos:

Incienso al Dios

Oro al Rey

Mirra al Hombre


En México este acontecer se ha tomado para halagar a sus niños

Con maravillosa ilusión los chicos escriben su carta, en una hoja robada al cuaderno de tareas y con la plena convicción de que será leída. Al dejarla dentro de su zapato, la noche del 5 de enero, queda en ella toda la inocencia y esperanza de que son capaces. Esta fiesta tiene varios matices, es celebrada en todo el país y es una tradición que se resiste a desaparecer. El despertar de los niños del día 6 acontece más temprano que de costumbre, para encontrarse con esos juguetes creados para esta ocasión.

Esta tradición se va perdiendo en las ciudades, pero en la provincia y en los pueblos se conserva con ese espíritu de alegría y cariño por lo nuestro, y que no deberíamos dejar perder. A través de este día la fiesta tiene diferentes celebraciones, misas, peregrinaciones, danzas, etcétera; pero lo que es común a todos es la tradicional “rosca” que une a grandes y chicos con una ilusión más antes de terminar este día de sorpresas.

Foto Rosca de Reyes
Comprar, hacer y comer “rosca” es costumbre privativa del Día de Reyes; este biscocho adornado con frutas cubiertas naranjas, acitrón, xoconoxtles, higos, puede variar el tamaño según el número de comensales; pero lo más característico de este sabroso pan, es que, en su interior se esconde uno y varios muñequitos que representan al Niño Dios y que antaño fueron hechos de porcelana, pero que en la actualidad han sido sustituidos por otros de plástico.



En fin, cada persona con cierta precaución parte su pedazo que suele saborearse con una tasa de chocolate; si el comensal se encuentra el muñequito, se compromete a ser el padrino y anfitrión en la fiesta de la Candelaria.


Del latín traditio, la tradición es el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en generación dentro de una comunidad. Se trata de aquellas costumbres y manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las mantiene para que sean aprendidas por las nuevas generaciones, como parte indispensable del legado cultural.


Tradición
Por ejemplo: comer un huevo de chocolate en Pascuas o un turrón en Navidad, almorzar pasta los domingos o vestir de negro en señal de luto son algunas tradiciones extendidas en varios países.
La tradición, por lo tanto, es algo que se hereda y que forma parte de la identidad. El arte característico de un grupo social, con su música, sus danzas y sus cuentos, forma parte de lo tradicional, al igual que la gastronomía y otras cuestiones.


El folklore y aquello que se considera como parte de la sabiduría popular también pertenecen al campo de la tradición. Es importante destacar que, muchas veces, la tradición se asocia a una visión conservadora, ya que implica mantener intactos ciertos valores a lo largo del tiempo. En este sentido, las creencias de quienes no se interesan por las tradiciones de su tierra o que intentan cambiarlas suelen ser vistas como rupturistas.
Los sociólogos advierten, sin embargo, que la tradición debe ser capaz de renovarse y actualizarse para mantener su valor y utilidad. Esto quiere decir que una tradición puede adquirir nuevas expresiones sin perder su esencia.